Cuando una mujer invoca este color, está convocando al más simbólico, al más poderoso. Denota pureza, gozo, alegría y celebración. Alerta peligro. Y, sobre todo, es el color de la consciencia. La mujer que elige llevar un vestido rojo hace una afirmación imponente: sabe quién es y sabe perfectamente cuál es su lugar. Una mujer vestida de rojo es el centro de atención, siempre. Hace que los latidos del corazón se apresuren y vayan muy rápido, como la respiración. ¿Lo provoca ella o su vestido rojo? Es una alianza inquebrantable e indisoluble entre ambos. Ella busca en el color fuerza y valor y, a su vez, aporta estabilidad y seguridad.
En la búsqueda de ese rojo puro, hay dos grandes alquimistas. Christian Louboutin es uno. Su rojo es eterno y universal. Sexy y aspiracional. Encarnado en otra de esas formas de conquistar: los zapatos. El otro alquimista es Valentino que consiguió su mágico tono con esta mezcla: 100 % magenta, 100 % amarillo y 10 % negro. El vestido-rojo-Valentino son tres palabras fundidas en una.
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